LUIS MIGUEL MIÑARRO LÓPEZ
LA EVALUACIÓN
Al referirnos a la evaluación nos encontramos con el hecho de que la evolución de su significado ha sido conflictiva como consecuencia de la confrontación paradigmática ente lo cuantitativo y lo cualitativo; entre las visiones positivista y humanista, si lo abordamos desde una perspectiva más amplia; es decir, de lo directamente observable, cuantificable y medible como resultado, a las interrelaciones entre las distintas fases del proceso, las interpretaciones, las valoraciones. También resulta recurrente la idea de que la evaluación es llevada a cabo por el docente y está referida al alumnado, a su rendimiento, sus resultados; principalmente en términos cuantitativos, con el fin de clasificar, certificar.
A este respecto, conviene recordar que cuando al alumnado se le compromete con la evaluación, junto con las propuestas creativas que en este proyecto se plantean, se ponen en juego estrategias cognitivas del más alto nivel, como puede comprobarse en el siguiente gráfico que recoge una taxonomía de Bloom revisada.
En nuestro caso, se sugiere una evaluación en dos niveles: por una parte, una evaluación de carácter específico o analítico, referida a los productos que resultan del trabajo del alumnado, en el marco de las situaciones de aprendizajes propuestas; por otra parte, una evaluación de naturaleza holística, referida a todo el proceso.
De este modo, para la evaluación de productos elaborados por el alumnado, conviene, con independencia de los instrumentos que se puedan utilizar, plantearse otras alternativas para la evaluación, llevada a cabo por otros agentes y no solo por el profesorado de forma exclusiva. Es aquí cuando cobra sentido articular procedimientos como autoevaluación (1), coevaluación (2) o heteroevaluación (3); teniendo en cuenta, además, las audiencias o destinatarios de dicha evaluación.
Para una evaluación de carácter holístico, debemos partir de la idea de que puede ser incorporada como parte del proceso. En este sentido, la evaluación es parte de cualquier proyecto y debe estar planteada desde el principio (Kjaer y Brederveld, 2007), necesaria para valorar los recursos y las necesidades, los productos, los resultados y también el impacto de un proyecto, en nuestro caso en la comunidad educativa en la que se ha desarrollado. Del mismo modo, para documentar el desarrollo del mismo así como las lecciones aprendidas. Estos momentos de la evaluación se corresponden con propósitos distintos y por lo tanto con dos tipos de evaluación que podemos llamar sumativa, la primera, para probar, demostrar; formativa, la segunda, para mejorar a lo largo del proceso.
En el diagrama que se presenta a continuación intentamos mostrar la relación entre los dos tipos de evaluación que se han enunciado y, por supuesto, su complementariedad; también la secuencia de un proceso de evaluación completo, que afecta a los distintos ámbitos de la evaluación; así como de otros procesos en los que nos vemos implicados como participantes: la autoformación y la difusión.
(1) Autoevaluación: es la evaluación que realiza el propio estudiante de su proceso de aprendizaje y de los resultados obtenidos.
(2) Coevaluación: son los propios alumnos y alumnas los que se evalúan entre sí.
(3) Heteroevaluación: se lleva a cabo por personas distintas al estudiante o sus iguales. Es cierto que es el profesorado el principal agente de la heteroevaluación, pero también conviene incluir a las familias, el profesorado que imparte otras materias o de otros centros u otros agentes externos.